El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

martes, 16 de diciembre de 2008

Relatos de un vagabundo - Capítulo 3: Recuerdos

Al darme la vuelta, mis ojos avistaron a un enorme guardia que me observaba con amabilidad.
No era lo normal que los mendigos fueran bien tratados en las ciudades de la época, y quise sospechar, aunque una fuerza en mi interior me llevara a pensar bien ante todo.
Finalmente, me sobrepuse a mi ciega esperanza de encontrar amabilidad en una época de miserables, y dije:
-No es necesario, muchas gracias.
Pretendí alejarme del guardia todo lo rápido que pude, pero éste me volvió a agarrar por el hombro y me giró de nuevo hacia él. Su gesto ésta vez era ciertamente más duro.
-Me temo que debo insistir, caballero-dijo él-. A Londres no le gustan los vagabundos.
Intenté salir corriendo, pero un fuerte golpe me derribó. Fui un iluso al pensar que todo saldría bien.
El guardia abrió mi bolsa de viaje, riendo con placer.
-Parece que has estado robando, ¿verdad?-dijo aguantándose las carcajadas-. No te culpo, en éstos días es difícil sobrevivir sin hacerlo.
Intenté debatirme para recoger mi botín, pero fui incapaz de ello. Un fuerte golpe me destrozó los dedos, haciendo que me aovillara por el dolor.
Al rato, apenas pude levantar la cabeza para ver cómo una bota me golpeaba en ella, dejándome sin sentido.
Durante largo rato, un sueño asaltó mi mente. Parecían distorsionados recuerdos de los tiempos en los que no había problema alguno a la vista en mi vida.
Una hermosa dama vestida de blanco se hallaba ante mi puerta. El día era muy soleado, como si sonriera ante tanta belleza.
Con mucha amabilidad, la dama me pidió cobijo. En aquél momento no lo pensé, pero resultaba muy sospechoso que una dama tan pulcramente peinada y vestida se dedicara a pedir cobijo en las casitas de la media nobleza. En cualquier caso, cegado por su luz, la dejé entrar.
Durante días vivió con mi familia, portándose de una forma increíblemente educada, lo que debería haberaumentado mis sospechas, pero sólo ayudó a que me enamorara más de ella.
Unas semanas después de que ella llegara, todo había empezado a cambiar. Había convertido la casa en un caos y se comenzó a comportar de forma tiránica con mis ancianos padres. Aún con todo, yo seguí amándola, cegado aún por su pureza inicial.
Pasaron los meses, y mis padres apenas opusieron resistencia a nuestra boda. Estaban atemorizados, pues aquél demonio con quien me casaba bien era capaz de matarlos de un golpe. En aquél momento, yo sólo pude verla subir lentamente al altar, más hermosa de lo que nunca había estado, y yo obnublinado por su singular belleza.
Tras la boda, sus sutileza conmigo fue en picado. Me maltrató y me obligó a darle todo cuanto yo tenía. No obstante, yo continué embriagado, dejándome llevar, hasta aquél fatídico día.
Aún no sé cómo, me convenció de que mis padres iban en contra de nuestro amor, y me llevó a matarlos. Pronto la noticia se hizo eco y me inculparon en todos lados.
Aunque ella parecía protegerme, sólo era apariencia, pues aprovechó la situación para quedarse también con mi casa, y dejarme a mí como un vagabundo, siendo mi único bien el quedar libre de castigo.
Así fue como acabó mi primer y único amor.

2 comentarios:

  1. ^^
    Lo bueno, si breve, dos veces bueno.
    Ah, y una cosa:
    Tenerle miedo al amor no es de cobardes, es de realistas.

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  2. Ciertamente, es así... aunque sólo tienes miedo al amor si dejas que te controle, que en esencia es eso precisamente.
    En cualquier caso, gracias por el comentario.

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