El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Humo gris y líquido ámbar

Con olor a alcohol, tabaco y ciudad
Sube la colina en un miedo audaz

Teme el dolor de ver el olvido.
El dolor de la ignorancia y la cerrazón
Qué se vuelcan gota a gota en su corazón,
Qué se esconden y en su alma hacen nido

Con olor a tabaco y ciudad, a humo,
A tubo de escape, a grito y sudor
Cuenta atrás del tres al uno
Y antes de dormir ahoga el dolor

¿Es justo? ¿Es bondadoso y educado?
Puede que lo sea, pero de poco vale
En este mundo de condes y ducados,
En que todos vean, pocos amen.

Con olor a cerveza y autobús,
Rancio, bañado en sudor de extraños
Viaja con su coraza de estaño
Camino a la nada, a olvido de yos y tús

Con ceniza en las manos y humo en el pulmón
Apoya la cabeza en la almohada.
Y cierra los ojos esperando el momento
En que a casa vuelva de esta ciudad,
Olvidada.

lunes, 6 de mayo de 2019

Gotas de agua salada

No es la clase de persona a la que le prepararán una despedida lacrimógena. Nadie lo echará de menos cuando se vaya, ni buscarán demostrar lo mucho que lo quisieron. Es mejor así, en realidad: sabe que no habrá hipocresía. Que sus errores no se convertirán en detalles sin importancia, ahogados por el tinte rosa de lo hermoso que fue su andar. Sabe que a nadie le importará porque lleva años dominando el arte de ir por la vida sin hacer mucho ruido.
No sabe si lo hace por miedo, o por desconfianza. No sabe si lo hace porque no sabe hacer otra cosa, pero se ha convertido en el hombre invisible, y eso a veces pesa. A veces, cuando termina de beber y se va a casa dando tumbos, sin haberse despedido de nadie en realidad, lo piensa. A veces le enfada, a veces le entristece ser de una importancia e impacto tan ínfimos en los corazones de los demás. Pero solo a veces. Solo a veces se deja llevar por ese egoísmo que le caracteriza, esa locura de pisar o ser pisado. La paranoia mezclada en su justa medida con la necesidad de atención.
¿Y el resto de las veces? El resto de las veces recuerda que siempre tuvo sus razones para buscar el anonimato. Que dedicarse al arte y querer ser invisible es una contradicción, pero que el contradecirse, refutarse, negarse a sí mismo es una marca de la casa. ¿Quién quiere una despedida a lo grande, al fin y al cabo? Se autoconvence de que él no. Que esas gazmoñerías, esas cursiladas, no son para él. Que prefiere vestir la sonrisa de un payaso triste, y admitir de una vez por todas que, en el fondo, es un lobo solitario jugando a ser cordero. O un pretencioso jugando a ser bufón.

Y, al final, queda la pregunta: ¿cuál de estas dos verdades es la más honesta? ¿Cuál es la máscara, y cuál la enmascarada? Supongo que es difícil saberlo, o que son preguntas que siempre van a quedar sin respuesta. Al final, lo único que importa es que se deje caer sobre el colchón y se desmaye en la cama. Se deje llevar a la nada, a sabiendas de que lo único que le hará levantarse por la mañana es dibujar, escribir y cantar febrilmente, como si le fuesen tan necesarios como respirar. Cuando se despida, espera que quede alguna gota de agua salada a su paso. Pero no demasiadas, que la cosa no está para derroches.

jueves, 4 de abril de 2019

Pánico, sangre. Ahorca al disc jockey


Todos temían decir lo que era más que obvio: que no valía para esto. No era capaz de tomarse nada en serio, y todo aquello que crecía y florecía en su imaginación pugnaba por salir, empujando las paredes de su cráneo. Cuando le dijeron que aquella no sería su última pareja, cuando le dijeron que aquel no sería su último perro, ni aquellos sus últimos amigos; no se sorprendió. En realidad ya nada le sorprendía, porque desde hacía años todo le parecía una especie de broma cósmica. Enamorado como estaba del absurdo y sus implicaciones, de lo que significa un universo al que no le importaban sus tribulaciones; decidió dejarse llevar por todo lo carente de significado. Flotar y viajar a la deriva, en un mar de almas en pena e intelectos atormentados. Todo era risas, todo era un cruento sentido del humor y un chiste que no parecía tener fin. Así que cantó. Y cantó, y cantó.

Ahorca al DJ,
dijo.
Pánico en Londres,
exclamó.
Ahorca al DJ,
repitió.
Porque la música que pone a todas horas no significa nada para mí.

Y con aquellos gritos en los labios, le echaron a patadas del bar. Porque, seamos sinceros: cuando ponen cumbia, bailas y te callas.

viernes, 29 de marzo de 2019

Cuando caen las bombas

Cuando caen las bombas, todo es silencio. No oyes las explosiones, no oyes los gritos. No oyes nada. De pronto, todo el universo se detiene. Y, aunque no los veas, sabes que los planetas ya no giran. Las nubes ya no se retuercen en el lienzo azul, y los cadáveres dejan de descomponerse. Todo está quieto. Silencioso. Brillante. Las sombras bailan quietas al son de unas llamas sólidas como piedras. Las chispas se quedan detenidas en el aire, y el zumbido de los insectos se vuelve incesante, como si las moscas ya no descansaran de pared en pared. Desde que cayeron las bombas, olvidas que todo antes se movía. Todo antes era ruido. Las vibraciones se arrastraban por las superficies, saltaban desde ellas y se asomaban a tus oídos.
Desde que cayeron las bombas, has dado varias vueltas al mundo. Has seguido caminando, sin rumbo fijo, sin cansancio ni hambre. Sin sed ni deseo, ni sueño, ni tristeza, ni alegría. Has caminado, simplemente. Has visitado cada rincón, cada esquina. Le has puesto nombre a cada uno de los árboles que ya no crecen, a cada una de las golondrinas que cuelgan del cielo. A cada uno de los niños, congelados en el tiempo, que lanzan piedras sobre la superficie de los lagos. Han pasado millones de años, o solo una milésima de segundo. Ha pasado todo, y a la vez no ha pasado nada. Te preguntas si alguna vez las bombas llegaron a caer. Si realmente hubo un momento en que todo esto no era así, y el mundo no era un lugar estático. Si alguna vez tú no fuiste santo entre inertes. Rayo veloz entre pecadores.
Si alguna vez las bombas llegaron a caer, desde luego fue donde ahora estás parado. Fue aquí, donde puedes mirarte cara a cara. Donde ves el horror en esas facciones que te resultan tan extrañas y a la vez tan familiares. ¿Quién es ese ser, paralizado, frío? ¿Eres tú? ¿Es tuyo ese rictus de pánico absoluto, mientras las llamas se reflejan quietas en tus pupilas? ¿Qué haces ahí, flotando en un aire que no se mueve? ¿De qué te intentan proteger tus manos?
"No te preocupes. Tú ya no vives ahí", dice una voz detrás de ti, profunda, eterna, sin forma ni cuerpo pero con un peso más real del que nunca recuerdas haber sentido. O lo que tú crees que puede ser un peso, algo que ya no recuerdas, que ni siquiera sabes si podrías definir. Te giras. Miras a los ojos al negro chacal. Desapareces, y todo se vuelve a mover ante unos ojos que ya no están ahí. Unos ojos derretidos en sus cuencas por el fuego de las bombas. "Cuando caen las bombas, tú ya no vives ahí."

viernes, 22 de febrero de 2019

Remix

Escuchas la canción, una y otra vez. Escuchas cada segundo, cada milésima, a la caza eterna del más mínimo error. ¿Por qué es tan corta?, te preguntan. Y solo sabes contestar que porque no se te ocurría nada más. Pero tú y yo sabemos la verdad: es porque un minuto en tu mundo se ha convertido en horas y horas de sentarte frente a la pantalla. De leer ondas de sonido que no tienen sentido para ti. Ojos, espalda, piernas, manos doloridas que intentan frenéticamente hacer el mejor trabajo posible, mientras tu mente empieza a gritarte cada vez más alto que no tienes los medios necesarios. Que no vales. Que no tienes. Que no vales.
El presupuesto es bajo, inexistente. Trabajas con lo que tienes a la espera da que algún día consigas dinero para reinvertir y comprar algo que merezca la pena usar. Pero sientes miedo, y es comprensible. ¿Qué te hizo pensar que podrías enfrentarte a esto? ¿Qué te hizo pensar que podías abrirte un hueco en el mundo y dejar tu huella? Quizá fuiste un iluso, quizá apuntaste demasiado alto o saltaste demasiado poco. Pero, al fin y al cabo, es todo lo que te queda. Ese objetivo enfermizo de ser recordado por generaciones venideras. Por personas que jamás te han conocido y jamás te conocerán. Ese deseo de ser un modelo a seguir, de que tu manera torcida y extraña de ver el mundo que te rodea resulte contagiosa, mágica. El deseo de tocar las mentes y corazones de personas que jamás mirarás a los ojos, y enamorar a alguien que no existe. En ese afán, olvidarás enamorar a los que sí existen, y te rodean.
Pero no hay victoria sin sacrificio, no hay tortilla sin huevos rotos. Y si quieres pasar a la historia, tener una vida después de tu vida... bueno, entonces vas a tener que sacrificar tus minutos sobre la faz de la Tierra para, con suerte (con mucha suerte), conseguirlo. No decaigas, sigue intentándolo. Y si todo se derrumba a tu alrededor, al menos tendrás libros, discos y quizá incluso películas que abrazar como si fuesen tus hijos.

domingo, 10 de febrero de 2019

Anoche soñé que te violaban

Anoche soñé que te violaban. En callejón, en una esquina, en un bar... eso da igual. Solo sé que soñé que un ser impresentable se abalanzaba sobre ti. Aún recuerdo cómo te resistías. Cómo luchabas, pero él era demasiado grande, demasiado fuerte. Recuerdo cómo aproveché que estaba distraído para golpearle con una piedra. Cómo su cráneo crujía y se hundía bajo el peso de mi bota. Recuerdo la sangre, y el último balbuceo. También recuerdo cómo me mirabas, confusa, cuando me giré y me marché, ignorándote por completo.
Entiende esto: no lo aparté de ti porque me gustes. Ni porque me caigas bien, siquiera. No llego ni a tenerte respeto. Me pareces vanidosa, insufrible, ególatra, creída, superficial... y tu propio ego ni siquiera te permita entender que todo esto es honestidad pura: no te soporto. Pero eso da igual. No importa que te soporte o no. No importa que me gustes o me disgustes, porque siempre hay un enemigo mayor. Por mal que me caigas, por poco que te aguante, siempre será peor ese tipejo que estropea todo lo que toca. Por mucho que piense a cada segundo lo poco que te soporto, nadie merece pasar el resto de su vida en la vergüenza y el dolor de haber sido violada. Y lo sé muy bien. Lo sé porque a mí me ha tocado. A mí me ha pasado, y estoy roto por dentro desde entonces. Cuando eres un niño y alguien te arrincona en un callejón, te mete mano y te humilla, aún no entiendes muy bien lo que es el sexo. No entiendes muy bien por qué lo hace, pero entiendes que no está bien. No está bien sentir su polla flácida golpeando tu cara, ni sus manos estrujando tus testículos. No está bien sentir su dedo dilatando tu ano para hacer tiempo y saber que no sería precisamente el dedo lo que metería ahí si no hubiesen pasado aquellos coches por la boca del callejón.
Sé lo que es eso, y también sé lo que es ver a esa pobre excusa de hombre (muchos) años después, feliz, paseando con su esposa y su hijo. Morderte la lengua porque no tienes pruebas, porque ha pasado demasiado tiempo, pero saber que ese hombre orgulloso te arruinó la vida cuando aún no tenías edad para saber lo que te había hecho. Sé lo que es pasar la vida entera sin ser capaz de entender hasta qué punto incomodas a la gente cuando hablas, sin saber qué puedes decir y qué no, porque un cerdo creó en tu vida una espiral descendente que ha torcido todos los baremos habidos y por haber, todas las creencias que otros desarrollan de forma tan natural. Porque un ser patético y vergonzoso intentó descargarse sobre ti, y desde entonces te has sentido sucio a cada segundo de tu vida.
Así que sí. Soñé que te intentaban violar. Y soñé que mataba a aquel ser como mil veces antes he soñado matar a quien me hizo lo mismo a mí, fuera de la tierra de los sueños. Pero no te confundas: no me caes mejor por ello. Nunca te defenderé a ti. Nunca estaré de tu parte, porque no te soporto. Y no necesito hacerlo. No necesito que me gustes para entender que por irremediablemente insulsa que seas, aquel que se atreve a imponerse así sobre otra persona no merece un segundo más de sangre corriendo por sus venas.
Así que sí. Lo maté. Y lo mataré. Y los mataré tantas veces como me lo permita mi cuerpo descuidado. Y no lo haré por amor, ni siquiera por atracción ni por un ideal arcaico de caballería y nobleza. Lo haré por odio. Por asco, y por puro desprecio hacia lo que son y lo que representan. El escalafón más bajo de una especie caníbal y sin remordimientos. Los nuevos dueños tras la rebelión en la granja. Los infraseres que pronto se sentarán en el palco. La representación callejera de los que harán que pronto, te pongas como te pongas, a nadie le importará que te hayan violado.

Y a quien lo hizo, si me lee, le diré que entienda esto: tal vez nunca haga nada. Tal vez lo haga mañana o tal vez me presente en tu lecho de muerte. Pero si alguna vez te miro a los ojos, sabrás lo que hay tras ellos. Y quiero que sepas que no pasa un minuto de mi vida sin que imagine cómo será sentir tu cuerpo estremecerse mientras meto la hoja del cuchillo en tu carne. Mientras siento tus costillas crujir y tu sangre bañar mi brazo. Espero que sepas que, si alguna vez lo hago, lo haré sin remordimiento alguno. Y disfrutaré cada momento. Cada gota de sangre que vomites de la pura tensión. Espero que sepas que, gracias a ti, no soy nada cristiano. Y yo ni perdono ni olvido.

domingo, 20 de enero de 2019

El hombre desharrapado

Soy el hombre desharrapado, sucio, mugriento, sin afeitar ni peinar que grita a la nada en mitad de la calle; en un aullido que esconde entre lágrimas de locura la esperanza de que alguien se pare a escuchar.
Así que bienvenidos, bienvenidos todos a mi cabaret de las locuras. El circo de lo ilógico. El Moulin Rouge de lo intrascendente. La gran epopeya de lo más completamente olvidado. Observad la épica historia del mendigo al que ayer le lanzasteis un par de céntimos. Observad las espeluznantes imágenes del niño muerto en la playa, del niño cubierto de ceniza y sangre, del niño desmembrado, del niño... del niño... del niño...
¿Por dónde iba? Ah, sí. Observad a la humanidad, amigos y amigas. Observad en lo que nos hemos convertido y preguntad al aire y con cada aliento de vuestra asquerosa boca si realmente el progreso siempre trae tiempos mejores. Si realmente hemos ido a más. Si realmente somos lo que creemos ser. Observad y llorad, o reíd, o haced cabriolas y masturbaros unos a otros hasta romperlo todo en un gemido orgásmico que alcance la Puerta de Tannhäuser. Quizá, de entre todos, os escuche Roy Batty y tire abajo las paredes de vuestra estupidez con un severo y sonriente cabezazo.
¿Demasiado agresivo, demasiado incoherente, demasiado caótico? Permitidme que lo intente de nuevo. Observad a la humanidad. Observad a la más absoluta y abyecta nada mientras os grito al oído palabras de amor. Observad las mentiras que seguís creyendo cada día mientras yo lleno vuestra cabeza de más mentiras, de autoafirmación, de palabras que os hagan creer lo especiales que sois y lo mucho que valéis. El universo tiene un plan para todos nosotros, amigos y amigas. El universo tiene un plan, oh, sí, y vosotros y vosotras y vuestros hijos y vuestras hijas formáis parte de él. La niña que sujetáis en vuestra mano tiene el destino escrito en las estrellas. Las mismas estrellas, desde tiempos inmemoriales, están gritando y cantando cómo su padre la violará cuando cumpla los 13 años. El niño al que acunáis por la noche vive una vida ya narrada. Esa vida en la que acabará en prisión por descuartizar a su mejor amigo en un ataque de ira. Sí, todos tenéis un destino. Hay un plan para todos. Sonreíd, todo va bien.
¿Así mejor?
¿Sí?
Sonreíd, todo va bien.
Todo va bien.
Todo va bien, malditos.
Todo va bien, asquerosa plaga de infectos desperdicios de lo que una vez fue la humanidad.
¡Gracias! ¡Os quiero! ¡Os quiero tanto como a la mierda que cago cada mañana!

¿Qué te parece?
No sé...
Hombre, energía tiene. Yo creo que con un par de cambios, nos puede servir.
Llámale...