-Stephanie-dije pausadamente-. Debemos irnos.
Ella me miró con una gran sorpresa en los ojos.
-Estamos en un calabozo-dijo, como si no fuera obvio-. No podemos irnos así como así.
-Debemos fugarnos-expliqué.
Lentamente, se volvió a recostar en su sitio de la pequeña cama, abrazada a mí casi por obligación, debido al frío.
Habíamos pasado dos días casi al completo de esa manera. Nos abrazábamos para conservar el poco calor que había, y porque sólo había una cama. De hecho, así es como debíamos dormir.
Tras mucho tiempo, el mal olor debido a nuestra falta de higiene alarmante fue desapareciendo, mitigado por nuestra costumbre al mismo, pero siempre estaba allí la incomodidad de la suciedad adherida a nuestro cuerpo.
Aunque yo hacía mucho ejercicio para matar el rato, Stephanie apenas se movía, y se mantenía imperturbable observándome mientras lo hacía, con expresión de ternura y protección en sus ojos. A pesar de ser más joven que yo, aquél gesto hacía que yo la viera como una madre o una hermana mayor. Su falta de ejercicio, además de dejarla sin energías y aburrida, permitía que su pelo siguiese tan hermoso como el primer día que pasamos allí. Suelto, rojo y brillante.
Desde nuestra 'conversación', me dediqué a buscar formas de escapar. Mil y una maneras se pasaban por mi cabeza, que las desestimaba sin esfuerzo una tras otra. Era muy probable que jamás escapáramos, y yo cada vez me desesperaba más.
De pronto, un día, mientras permanecía sentado en el suelo de nuestra celda, una idea vino a mi cabeza y se quedó allí.
-Nuestra ejecución es pública, ¿no?-pregunté con vehemencia, observando a la ya inexpresiva Stephanie.
Su rostro apenas se movió mientras decía secamente:
-Sí.
Me mataba verla así, por lo que no dije nada. Mi idea sería llevada a cabo en su momento. Por ahora, debía seguir con mi ejercicio... debía estar fuerte para salir de allí.
Al fin llegó el día de nuestra ejecución. La piel de mi compañera estaba más pálida que la cera, pero no me importó. Pronto todo sería mejor para ambos. Pronto seríamos libres y podríamos alejarnos de allí para siempre. Pronto la salvaría, en agradecimiento por haberme cuidado.
Al llegar los guardias hurdí mi artimaña. Sólo eran dos, por lo que sería fácil. Me lancé sobre Stephanie y la lancé de un golpe contra ellos. Mientras intentaba saltar sobre ella para golpearla, uno de los guardias me sujetó.
-¡Quieto, maldita sea!-dijo-. Pronto ambos estaréis muertos, relájate.
Mientras sonreía con sadismo, me relajé. El guardia también relajó su presa, y yo le propiné un codazo en la boca. Antes de que me soltara, aproveché su cuerpo para pegarle al otro guardia una patada en la cara, y los tres caímos al suelo.
Aunque el golpe fue duro, no tardé en reponerme y agarrar a una Stephanie aún aturdida para llevármela. Corrimos como buenamente pudimos por los pasillos y salimos al fin al aire libre, probablemente perseguidos por la policía.
De pronto, antes de que pudiera reaccionar, un disparo sonó en el aire.
Tengo la ligera sensación de que la fuga no va a resultar tan facil como parece.
ResponderEliminarA ver si stephanie pone su granito de arena...
:)
La estancia en un calabozo afecta, y más a una pobre aristócrata irlandesa que tan afectada está mentalmente.
ResponderEliminarY la fuga no va a ser fácil... nunca lo es.