El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Relatos de un vagabundo - Capítulo 4: Stephanie

-Es él-dijo una voz demasiado familiar, y que aún así no esperaba que me despertara de mis sueños.
-No lo vas a tocar, arpía-decía con enfado otra, igualmente melodiosa pero totalmente desconocida para mí.
Mientras mis ojos se abrían, fui capaz de vislumbrar la escena. Me encontraba en lo que parecía un calabozo en penumbra, en brazos de una extraña. Era una mujer aparentemente irlandesa, de cuidados cabellos rojos, y unos amables ojos verdes. En sus formas se conservaba aún la frescura de la juventud, y la supuse ligeramente más joven que yo.
La otra persona era ella, esa maldita que me llevó a la ruina absoluta. Me miraba con desprecio desde el otro lado de los barrotes del calabozo, escoltada por dos guardias. Uno de ellos era el que me había encontrado en las calles de Londres.
Me incorporé y me recosté contra la pared con increíble dolor, y con la ayuda de la mujer irlandesa; mientras, con claro gesto abatido, mi antiguo amor pedía a los guardias que la guiaran hacia el exterior. Antes de irse, nos dedicó a mí y a mi compañera de celda una mirada asesina que, extrañamente, me hizo sonreír de forma insolente. Creo que eso la enfureció más, pero me daba igual.
Giré mi cabeza hasta que mis ojos se encontraron con los de la mujer irlandesa, e intenté hablar. Ella, al ver que no podía, me acostó en la cama (no sin un gran esfuerzo), y me dijo todo lo que querría saber:
-Soy Stephanie. Me han capturado por el asesinato de un guardia. Según he oído, tú estás aquí por asesinato, también. A ambos nos ejecutarán en una semana.
Eso no explicaba por qué llevaba unos ropajes y una melena tan pulcramente cuidada, por lo que hice un esfuerzo más que sobrehumano para preguntar:
-¿De... de dónde... de dónde provienes?
Ella miró a sus ropas y luego a mí, como si comprendiera mis razones para hacer esa pregunta. Me sonrió y comenzó a contarme su historia.
-Vengo del Sur de Irlanda. Allí era de una familia acomodada, como puedes ver, pero mis padres me echaron de casa. Gozaba de muy buena fama entre el pueblo, y por ello recibí una pequeña fortuna antes de mi exilio. Ésto me permitió viajar hasta aquí y mantener mi imagen, hospedándome en casas de familiares lejanos y amigos de la infancia. Supuestamente, maté al guardia empujándolo por un risco, pero es falso. Esa aristócrata que nos miraba antes parece haber tenido algo que ver en mi inculpación. Supongo que algo parecido te pasó a ti.
-No-contesté-yo maté realmente a mis padres.
Como si fuera un apestado, ella se alejó de mí asustada. No esperaba menos, pues mis crímenes habían sido horribles, pero no pude evitar mirarla con pena. Durante largo rato, ella se me quedó mirando, de forma cada vez más suave y menos traumática. La tensión que de pronto había caído sobre nosotros se suavizó cuando, sin acercarse, dijo ella con precaución:
-En cualquier caso, ¿por qué quiere esa mujer que estemos juntos en una celda?
"Buena pregunta", pensé.

2 comentarios:

  1. Me gusta. No puedo imaginar lo que va a pasar y eso es bueno en una historia.
    Y me gusta el protagonista.
    Y odio a "ella".
    Está todo como debe ser.

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  2. El prota es un mártir imparcial: lo recibe todo, y se limita a describirlo, sin ponerle un entusiasmo excesivamente grande, excepto en los puntos que YO considero a destacar.
    "Ella", es la causa de todos sus males. Simplemente tiene una personalidad de 'trepa': se aprovecha de los demás todo lo que puede. Ahora, para darle más profundidad al personaje, lo he metido en una intriga, con vistas a seguir su historia, claramente.

    ¿Es mi autoanálisis correcto desde un punto de vista externo?

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