Alguna vez fuisteis justos. Alguna vez creísteis que valía más el que más quería valer. Alguna vez pensasteis que quizás fuera bueno darle una Eva al Adán que la merecía.
Sin embargo, a lo tonto, ¿sabéis qué? Que no hay nada. No hay Eva ni Adán. Y da igual quién lo haya estado buscando o creyendo. Al final, no hay nada. En ese cruce de caminos en que el proverbial tristón vendiera su alma al diablo, no hay tal ni cual. No hay Belcebú al que ofrecer nuestros últimos suspiros, no hay Satanás al que rogar de rodillas.
Lo que hay, y os lo diré sin titubear, es mentira. Es mentira pura y absoluta. Puta y disoluta. Eso es todo lo que nos queda por creer. En la ligereza, en la falsedad y en la más sencilla y verdadera mentira. Porque no queramos creer en la felicidad, en el amor o en los sentimientos. Creed en la certeza de la sangre bajo vuestras uñas. Creed en esas fantasías que llenan vuestra cabeza con deseos de torturar al prójimo, destruir su vida y hundir su moral.
Creed, creed y matad. No hay nada más.
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