De paso puente abajo hacia una zambullida fría y oscura. De paso más allá del límite a dejarse empujar a otro mundo. Dejarse llevar por las náyades, que lo arrastren a uno a su lecho más allá de las profundidades. "No respires", dicen. "No te esfuerces. Déjate llevar". Y obedeces, porque eres débil. Porque no has sabido resistirte al impulso más bajo de la decadente humanidad que te habita y de la que has nacido.
Así que déjate caer, húndete. No respires. Ningún esfuerzo merece ni merecerá nunca la pena: nada es verdad.
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