El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

viernes, 24 de abril de 2009

El pasajero

Las estrellas refulgían colgadas del cielo, al otro lado de las ventanillas de mi coche. Metros y más metros de carretera desaparecían tras nosotros, sustituidos por nuevo asfalto. Señales de tráfico, farolas y letreros de neón parecían iluminarse a nuestro paso, como vanos y patéticos intentos del hombre por imitar la belleza de la luna, prendida allá arriba entre la oscuridad.
A mi lado estaba LA mujer. Aquella que me había amado y a la que había amado. Aquella cuya, a mi juicio, inconmensurable belleza podía mantenerme hipnotizado durante horas. Dormitaba apoyada contra la puerta delantera, tapando sus ojos con los párpados, adornados éstos por hermosas pestañas. Su pecho subía y bajaba con una cadencia perfecta, relajada e informal, ajena a lo que iba a pasar.
La radio sonaba muy baja. Un CD con canciones de varios grupos se dejaba oir tras el ruido del motor. Acordes geniales, música casi perfecta y hermosas voces perfeccionaban todo aquello.
Al fin se acabó la calzada, y llegamos a una solitaria pradera. Frente a nosotros, un bosque nos ofrecía toda su potencia intimidatoria, ocultando quién sabe qué peligros entre las sombras de la noche. Tras nosotros, sólo hierba.
Todo estaba vacío.
Mi acompañante seguía dormida. Le di un leve beso en la frente, sin despertarla, y abrí la guantera.
Dentro, el cañón plateado de mi revólver refulgía a la luz blanca de la noche, con un brillo especial, casi mágico.
Observé el cañón cuidadosamente. Grabado con perfectas letras de caligrafía, el nombre "Derringer" lo identificaba como mi pequeña pistola de bolsillo. Pensé que sería mejor usar una pistola poco corriente, a fin de evitar que se sospechara de otra persona.
Coloqué el dedo sobre el gatillo, y abrí la pistola para introducir las dos balas que cabían en el tambor. Pronto todo se acabaría.
Como punto y final a todo aquello, un disparo resonó en la oscura noche, dejándolo todo en calma.
Totalmente silencioso.

2 comentarios:

  1. Ojala pudieramos ser personajes de novela,
    y volar.

    ResponderEliminar
  2. De ser personajes de novela, me consta que sólo unos pocos merecerían la pena. El resto serían protagonistas de Best Sellers concebidos como placebos para quien no sabe ni quiere saber leer... para personas sin curiosidad que quieren creerse intelectuales, en un vano intento por llenar el vacío de sus vidas. Personas que lo intentan todo, hasta que se hartan, se esconden en un coche y aprietan el gatillo.

    ResponderEliminar