Golpea.
El latido de un corazón descompasado, tambores que hacen temblar cada centímetro de su piel, cada músculo tenso en movimiento.
Golpea.
El temblar de su pecho, el zumbido en sus oídos que vibra al ritmo inexistente de un puño que se aprieta frenéticamente entre sus pulmones.
Jadea.
El expirar y aspirar aire con ansiedad, las bocanadas entrecortadas por los golpes de sus pies contra el suelo y los bruscos movimientos de su cuerpo.
Jadea.
El aire ardiente y helado, que quema y congela sus pulmones a cada respiración, a cada instante, haciéndoles pedir tregua de los disparos que llegan desde su boca entreabierta.
Corre.
Corre libre y feliz a pesar del dolor, huyendo y dejando atrás rutinas y mentiras, repetición tras repetición.
Corre.
Corre perseguido por la inevitable oscuridad de una masa que se cierne sobre él, desesperado por respirar un poco más de ese aire libre.
Aire que quema y congela sus pulmones. Pulmones que abrazan un corazón nervioso. Corazón nervioso obsesionado por huir de la realidad.
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