¿Quién dijo qué? ¿De dónde salieron esas voces, superpuestas, rápidas, altas y nerviosas? ¿Quién dijo qué y cuándo lo dijo? Llenaron una mente con verdades y mentiras. Medias tintas y rupturas. Llenaron un alma con falsedades y certidumbres, y la rompieron en dos. En dos mitades. Una que quería creer y otra que creía saber.
Esas dos mitades lucharon. Lucharon a muerte para llenar la carcasa de un hombre viejo, ajado. Un hombre doblado por el peso del mundo. De su propia mente. De sus propios actos. Un hombre incapaz de olvidar o perdonar. Un Funes memorioso, rencoroso y amargado. Un ser deleznable hasta su último aliento, que pocos sabían que en realidad eran dos.
Sí, eran dos. Dos almas en eterna lucha. Cuando una venció, quedó solo una persona con media alma. Medio ser humano incapaz de codearse con todos aquellos seres llenos de alma. Llenos de virtud y verdad.
Quedó un alienígena tan ajeno a la especie humana como pudiera ser un perro, un gato o una serpiente.
Una serpiente alada, pero de alas rotas.
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