Hay flores que nacen en la esquina de mis paredes. Flores negras que trepan junto a la chimenea, pegadas al ladrillo. Flores que se abalanzan sobre mi cuerpo desnudo en el sofá.
Tocan en el sofá una serenata sobre mercenarios. Somos soldados unidos a la frontera. Somos soldados que deben huir, que no morirán por ninguna bandera, si no por una buena paga. Por la bandera verde. Por el vil metal. Por el que se tiran por tierra valores y personas.
Que caen jóvenes día tras día, llenos de plomo, en el suelo de una tierra a la que no pusieron nombre.
Que caen viudas a cada noche, llenas de pena, sobre las baldosas de una cocina que nadie bautizó.
Que caen niños a cada hora, vacíos de comida, en el suelo de un país del que no recordamos nombre.
Que caen lágrimas a cada minuto, llenas de sal, sobre mejillas de personas que nadie deseó.
Bajo la bandera del verde dólar. Del peso mexicano. Somos soldados de fortuna.
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