Somos un set infinito de sets infinitos. Uno distinto a cada instante. Cada milésima de segundo, cada fotograma de nuestras vidas, somos una persona totalmente diferente. Creemos que seguimos siendo el mismo, creemos que seguiremos siendo el mismo, pero en realidad solamente conocemos nuestro yo del pasado.
Hace un año, vi a un chico exactamente igual que yo a su edad. La misma mirada curiosa, el mismo gesto alegre, la misma media melena, aquellas sudaderas tres o cuatro tallas más grandes. Esa falta de ducha. Poco después, al mirarme al espejo, vi a un esqueleto barbudo, de ojos cansados, no tan mal peinado. Mejor duchado. Vi mi camisa de franela y pensé: "¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Siete, ocho años? ¿Quizá más?". No soy la misma persona, y, aún así, no tuve problema en reconocerme en ese chico.
Seguimos siendo un set infinito de sets infinitos. Una recta continua sin principio ni fin, tan inagotable como el universo mismo. Y lo mágico es que, aunque seamos tan grandes como él, solo somos una millonésima parte de lo que vemos. Estamos en un éter indefinible entre el todo y la nada.
Somos el infinito en lo finito.
"La literatura no puede reflejar todo lo negro de la vida. La razón principal es que la literatura escoge y la vida no" - Pío Baroja
El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.
miércoles, 5 de agosto de 2015
sábado, 1 de agosto de 2015
Serpiente de alas rotas
¿Quién dijo qué? ¿De dónde salieron esas voces, superpuestas, rápidas, altas y nerviosas? ¿Quién dijo qué y cuándo lo dijo? Llenaron una mente con verdades y mentiras. Medias tintas y rupturas. Llenaron un alma con falsedades y certidumbres, y la rompieron en dos. En dos mitades. Una que quería creer y otra que creía saber.
Esas dos mitades lucharon. Lucharon a muerte para llenar la carcasa de un hombre viejo, ajado. Un hombre doblado por el peso del mundo. De su propia mente. De sus propios actos. Un hombre incapaz de olvidar o perdonar. Un Funes memorioso, rencoroso y amargado. Un ser deleznable hasta su último aliento, que pocos sabían que en realidad eran dos.
Sí, eran dos. Dos almas en eterna lucha. Cuando una venció, quedó solo una persona con media alma. Medio ser humano incapaz de codearse con todos aquellos seres llenos de alma. Llenos de virtud y verdad.
Quedó un alienígena tan ajeno a la especie humana como pudiera ser un perro, un gato o una serpiente.
Una serpiente alada, pero de alas rotas.
Esas dos mitades lucharon. Lucharon a muerte para llenar la carcasa de un hombre viejo, ajado. Un hombre doblado por el peso del mundo. De su propia mente. De sus propios actos. Un hombre incapaz de olvidar o perdonar. Un Funes memorioso, rencoroso y amargado. Un ser deleznable hasta su último aliento, que pocos sabían que en realidad eran dos.
Sí, eran dos. Dos almas en eterna lucha. Cuando una venció, quedó solo una persona con media alma. Medio ser humano incapaz de codearse con todos aquellos seres llenos de alma. Llenos de virtud y verdad.
Quedó un alienígena tan ajeno a la especie humana como pudiera ser un perro, un gato o una serpiente.
Una serpiente alada, pero de alas rotas.
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