El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Una bolsa de basura

Un hombre apareció en una esquina una mañana de diciembre. Su cuerpo, ya sin vida, congelado y desnutrido, asustaba a cuantos pasaran junto a aquel cine. Las madres ahogaban un gemido y tiraban de sus niños a la voz de “no lo toques”. Hombres trajeados apretaban el paso tapando sus narices por el olor. Jóvenes lo miraban con curiosidad más que con pena. Se quejaban de que estuviera ahí tirado.
Una bolsa de basura apareció en otra calle, junto a una tienda. Las madres ahogaban un gemido y tiraban de sus niños a la voz de “no lo toques”. Hombres trajeados apretaban el paso tapando sus narices por el olor. Jóvenes lo miraban con curiosidad más que con pena. Se quejaban de que estuviera ahí tirada.
La huelga terminó. Los basureros volvieron a su vida diaria y recogieron la basura tirada en la calle. Por mucho menos dinero, eso sí. Y ya nadie se quejó de que la basura se pudriera en una esquina. Ya nadie apretó el paso ni se tapó la nariz al pasar junto a la tienda.
Tiempo después, en la televisión, un vídeo habló de la pena que daba el hombre muerto. De lo vergonzoso que era que estuviera tirado junto al cine. Otros se quejaron de la falta de respeto que era el irse a morir a un lugar público.
Y más tiempo pasó, y el invierno se convirtió en verano. El hielo que cubría al hombre desapareció, se convirtió en un charco, en vapor poco después.
Y más tiempo pasó. Y las estaciones volaron por la ventana. Y para siempre quedó junto al cine aquél cadáver. Aquél esqueleto. Aquél montón de polvo. Aquella nada.

Y, al final, sólo el recuerdo de que, un día, en alguna parte, una bolsa de basura estuvo tirada donde no debía.

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