El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

sábado, 30 de octubre de 2010

Horror vacui

Le duelen las piernas al levantarse, como cada mañana. Sin desperezarse siquiera, legañoso, despeniado y encorvado por no ser capaz siquiera de estirarse aún, coge un bolígrafo y se sienta ante una hoja de papel.
Una hoja de papel que está blanca, y así lleva desde el principio de los tiempos. Como un rey orgulloso e impoluto que le desafía con la mirada. No puede ensuciarla. No puede someterla. No puede obligarla a nada. La ve y se horroriza. Siente temor, y no es para menos. Ese blanco impoluto parece absorberlo todo. Parece que lo borra todo de la faz de la Tierra con tal de expandirse.
Se posa una mosca sobre el papel.
Hoy las musas no están presentes.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Avalon

Si me despierto y aún es de noche, veo por la ventana un cielo opaco. Mi ventana da al Este y aún así no he dejado nunca que el Sol venga a darme los buenos días. Salgo de casa demasiado temprano.
Luego, mientras me siento solo en un autobús camino al matadero de pensamientos, fábrica de herramientas, miro por la ventana a las montañas. Picos agrestes y afilados que parecen desafiar a quien caiga del cielo: "venga, a ver si te cortamos". Son colmillos de la Madre Tierra que uno no ve en todas partes. Y menos así, al alcance casi de la mano.
Llega la mañana, y con ella se ven blancas las primeras nubes. En uno de los picos, veo brumas que se desgarran contra él. Se enganchan, y el viendo las lleva, ya desgajadas, más allá. Como restos de una prenda usada hasta la saciedad. Como los bajos del abrigo de un vagabundo. Se desgaja en el aire y se divide en millones de partículas.
No puedo evitar pensar en Avalon. ¿Eso imaginó el rey Arturo? ¿Eso quería ver entre las brumas de su lago?
Lo que yo querría ver tras las brumas no es Avalon. No es la morada de los Dioses. Lo que me gustaría ver entre la niebla de las montañas es una pequeña cabaña. Un cuadrado hecho con troncos, un dejado recio, leña junto a la puerta y un animal recién cazado frente a ella. Comida para por la tarde.
Tras las brumas, quiero ver mi hogar.

martes, 17 de agosto de 2010

Ganado

He visto a las montañas desperezarse, tímidas, bajo un gris sol de las mañanas del norte. Lo he visto borracho, desde un coche que ya ni recuerdo de quién es.
Y seguramente el conductor también fuera borracho, pero Dios, Buda o Alá quisieron que no nos estrelláramos. A toda velocidad entre curvas de carretera comarcal, ¿y qué más da? El que manda quiere que sigamos vivos. No sé para qué quiere a los demás. Yo a veces creo que me quiere para divertirse conmigo.
Como AM en el relato de Ellison, como si yo no tuviera boca pero debiera gritar. Como un juego macabro. Me desvivo por ser buena persona. Me desvivo por no hacer daño. Y me desvivo por poner la otra mejilla. ¿Es injusticia o falta de autocrítica? Y sea lo que sea, ¿qué más da?
Al fin y al cabo, a veces me excita que me castiguen.
Y al final, me acurruco, todo cicatrices y todo excitación. Me acurruco solo en una esquina de la cama, mientras el mundo se va. Vienen amigos y se van enemigos. Vienen enemigos y se van los amigos. Y yo, acurrucado en la oscuridad, veo el amanecer venir por la ventana. Y otro día empieza. ¿Haré algo? ¿Algo fuera de esa ridícula variedad que nos hace creer libres?
No. Haré lo que hacen todos. Los que entran en manada a las discotecas, los que entran en manada a un instituto, los que entran en manada a un bar, o los que van en manada a la playa. O incluso los que viven mal todo el año para poder permitirse unas vacaciones.
Qué más da. Al fin y al cabo, hay muchos tipos de ganado.
Ganado vacuno, porcino, bovino... y humanoide.

martes, 13 de julio de 2010

Summer Love

El fuego lame con furia la oscuridad del cielo de la noche. Un cielo negro, opaco, sin estrellas. Una noche cálida, seca, veraniega.
Sobre la arena, ante el fuego, dos personas hablan, sus ojos como platos fijos en las llamas.
"¿Cuánto hace de aquello?"
"¿Cuánto hace de qué?"
"De nuestro primer beso en esta playa"
Los dos piensan. El verano se acaba poco a poco, y ese romance amenaza con dejarlos atrás, cuando vuelvan a sus casas. Amenaza con morir súbitamente, con acabar con lo que quedaba de sus corazones rotos. Amenaza, con esos últimos coletazos en la noche, en la playa, en el lugar donde todo empezó, amenaza con matar su felicidad.
"No lo sé. ¿Nos despedimos con otro?"
Obnublinados, siguen mirando al fuego. Esa hoguera es más alta que la primera que encendieron. Es como una despedida a lo grande, una torre que se ha ido formando en esos dos meses de romance, de pasión y de sexo rápido en los sucios retretes de un bar. Ella se inclina y apoya su cabeza sobre el hombro de él. Y mientras tanto, se escuchan de fondo las "Full Moon Nights". Los acordes lentos y elegantes los mantienen hipnotizados.
"Creo que no"
"Que no, ¿qué?"
"Que no deberíamos despedirnos con otro beso"
"¿Por qué?"
"Porque no deberíamos despedirnos"
Las olas rompen, y los dos se desnudan despacio. Las luces de ciudad que atraían a Loquillo parpadean a lo lejos. Las Full Moon Nights se acaban. El calor del verano se desvanece.
Y ambos caminan de la mano hacia el mar.

sábado, 3 de julio de 2010

Anoche

Anoche un hombre despertó de un sueño agitado. Anoche un hombre vio cómo la lluvia repiqueteaba sobre sus ventanas, como si fuera una canción para Kathy.
Anoche las lágrimas de un hombre se unieron a la lluvia. Anoche los espejos de su alma revelaron un enorme hueco. Un hueco que ni arte ni juegos llenaron. Un hueco que esconde el alcohol día y noche. Un hueco que pide amor y que no lo da. Un hueco propio de quien no sabe sentir. Un hueco de quien ríe sin ser feliz y llora sin ser desdichado.
Anoche un hombre sintió ganas de pasar penurias. Anoche un hombre quiso que su vida fuera realmente la peor. Anoche quiso tener derecho a sentirse tan mal como se siente. Tener derecho a llorar sin ser un hipócrita. Tener una muerte por la que pesar.
Anoche quiso perder todos sus amigos y volver a estar solo en el mundo. Solo como en su infancia. Sentado en una esquina, mojado por las gotas de lluvia. Quiso que sus cuartillas se llenaran con sentido. Que por algo escribiera, por algo dibujara, por algo cantara. Quiso que sus partituras mostraran un dolor de verdad, no este placebo que todos tenemos dentro para creer que somos algo más que objetos.
Anoche un hombre quiso morir, pero fue cobarde. Algo le dijo "sonríe a tus problemas hasta que estén escondidos en lo más hondo de tu ser. Hasta que te roben cada minuto de tu vida en vicios estúpidos"
Anoche fue anoche, y yo fui un hombre.

sábado, 22 de mayo de 2010

Recuerdo

Recuerdo como si siguiera ante mí tu belleza. Aquella hermosura efímera y frágil que parecía a punto de desvanecerse por siempre. Que parecía querer huir ante la caricia del viento, que parecía querer escurrirse entre los dedos de quien te tocara.
Recuerdo como si fuera ayer el calor de tu mirada, y cómo tus ojos comprensivos reflejaban el mundo, mil veces más hermoso. Como un niño mirándose en un estanque tranquilo en una mañana de verano. Como un filtro rosa sobre el mundo gris.
Recuerdo como si fuera parte de mi infancia tu manera de caminar. Tus piernas al moverse, cómo te movías grácil, como flotando sobre las alas del viento, como si nada te pudiera tocar. Ajena al mundo, desaparecida de la realidad…
Recuerdo como si hiciera mil años que, por ti, sentía más que cariño.

jueves, 6 de mayo de 2010

Devaneos de un amor cortés

En un bosque me perdiera,
tras la llama de tu mirada.
En un claro me pudriera,
de no ser tú mi amada.

Y por las aguas caminara,
si tú me lo pidieses.
Y en el fuego me adentrara,
si así lo quisieses.

Lo que fuera,
si tu cariño consiguiera.

Feliz moriría,
si sujetaras tú mi mano fría.

sábado, 1 de mayo de 2010

El Mago

Sonando una campanilla, y dejando sonar sus ropas al rozar, caminaba el Mago. Extraña apariencia, mas no en vano. Su poder venía de aquella ropa propia de juglares. Su inspiración, las historias de un padre tiempo atrás olvidado, en donde el dolor se iba junto con la tristeza, y todo brillaba y el sol iluminaba las ventanas de nuevo.
Nunca hablaba. Nunca decía nada. Sólo caminaba, de posada en posada, dejando volar su alma y dar felicidad a quienes tiempo atrás la habían perdido. A quienes la esperanza, último de los males de Pandora, había ya abandonado. Estos, tocados por el poder del Mago, sonreían y eran felices al fin. Salían de las tinieblas a la luz de quienes sonríen, de quienes muestran su alma en el lenguaje de Neruda.
Sus versos sin palabras, alegres como la Primavera. Su enemigo sin forma, el Mal de quien, carente de alegrías, se sume en el dolor. Quizá sólo fuera un placebo, pero allá por donde el Mago pasaba, el dolor dejaba de existir. Las lágrimas ya no formaban ríos, y todo se volvía albino y puro.
El Mal huía, entonces. Huía aterrorizado hacia recónditas esquinas, oscuras cuevas donde la imaginación ni tan siquiera llega. Se retiraba a llorar las almas perdidas en manos del Mago. Se retiraba a lamentarse y a descargar su rabia antes de volver a atacar.
Y así, el Mal salía de nuevo. Donde el placebo del Mago había dejado de existir, y la gente volvía a la normalidad, el Mal volaba y sembraba su sombra de peste negra. Abría de nuevo la Caja, y dejaba que todo cuanto en ella moraba se esparciera, dejando al Mago, exhausto, descansar a la orilla de la tristeza.
Y, de nuevo, no tardaba todo en volver a la normalidad, y el Mago, juglaresco y burlón, paseaba de nuevo de taberna en taberna. La felicidad su compañera, las palabras sobrantes, la tristeza su enemiga.

miércoles, 28 de abril de 2010

Tras el muro del sueño

Cierro los ojos para bañar mi mundo en oscuridad. Los colores se desvanecen, el ruido se va y por un momento sólo respiro paz. El sabor en mi boca, aun ausente, se torna dulce. Mi cuerpo ya no toca, ya no se esfuerza, sino que flota.
Todo esto sólo dura un instante. Aunque ese instante es hermoso, pronto se desvanece. Se difumina la felicidad y vienen las amargas lágrimas que, esquivas, corren entre mis párpados. Una luz parpadea, tímida pero curiosa, asomándose en los límites de mi visión ausente. ¿Crece, o se acerca? Igual da, ahora es más grande. Es un Sol, una estrella, un hermoso astro rey que lo inunda todo con su luz. Ya no siento la paz de antes. Es luz me deslumbra, y tiemblo desorientado. La negrura ahora es blancura.
Una mancha en la nívea luz me cautiva. Una forma negra camina con pies etéreos hacia conde estoy, pero, ¿dónde estoy? ¿Es esto real?
"¿Es esto real?"
Mi eco grita y juguetea, me rodea y me eleva sobre sus hombros sonoros. La figura se mueve.
"Esto es real. Real en la mente de quien lo imagina"
Antes había paz. Ahora, ¿qué?
Ahora oigo una gota caer. Mi amigo oscuro entre la luz se va, junto con la estrella titilante, y empieza a caer agua. Una cascada hacia el mar. Un vaso de agua en un océano infinito. ¿Dónde estoy? Respiro, o no respiro, agitada mi mente y el cuerpo que ocupo en ella. Quiero volver a mi amigo sin forma.
Y allí está: capitán de un velero de papel en un mar sin viento, navegando por mi memoria. ¿Me busca a mí, un náufrago en los mares de su propia mente? No sé si me busca, pero el barco de papel se acerca. Es papel seco en un enorme mar. Su tripulante sin forma me pide que suba, sin palabras, y subo. Por dentro, el barco es de madera y metal, todo hecho con papel. Con un papel recio que no se moja ni se rompe. Y flota en un mar que existe y no existe. Existe, porque está ahí, y no existe porque es sólo para mí.
Y llegamos a la costa.
Me despido de mi amigo etéreo, oscuro en un mar y un cielo de luz. La arena evoca recuerdos de un amor doloroso, un "no" rotundo y una vuelta a la soledad. Mis pies moran en ella. Me siento.
Y, cuando la brisa del mar de mis recuerdos flota entre mis cabellos, todo vuelve a difuminarse. A viajar a la oscuridad para no volver. La paz, de nuevo. Paz e inexistencia.
Suena el despertador. Hora de volver al mundo real.

viernes, 19 de marzo de 2010

Sociedad

Es iluso el que despierta día tras día. Y que día tras día piensa que no es su día. Piensa que no es su semana, ni su mes, ni su año. Ni tan siquiera su vida. Es iluso por lo que piensa y lo que siente. Por creer que piensa y siente. Porque se siente extraño en casa de huraños. Por pensar que debe seguir adelante, aunque no hay camino, caminante. Seguir porque su esperanza es que algún día todo será mejor. Que se llevará su merecida recompensa. Iluso es por engañarse, porque cree que amanecerá en un día color de rosa.
Pero está donde está, y eso no cambia. En una sociedad que pide más de lo que da. Te toma, te aprisiona y te suprime. Te convierte en una pieza producida en masa en una fría fábrica. Y el iluso espera riqueza, amparado en la escasez. Dará igual que sufra por ello, su sueño dorado no vendrá. Porque el trabajador siempre es trabajador, el mendigo mendigo, y el rico no quiere bajar de su bonito trono. Están bien donde están, creyéndote un haragán.
Así, camina cabizbajo entre ánimos rotos. Camina en la corriente que nadie remonta. Sigue la rutina que nadie confronta. Los coches rugen con rabia en junglas de cemento y metal, hormigón y cristal. Esas caras que le marcan y señalan, hacen su rutina como un Gran Hermano en la pantalla, le dicen que no da la talla. Como dijera Jim Morrison "caras severas que me miran en la televisión". Pero no se le ocurra al iluso morir, porque si lo hace, además de iluso, e iluso muerto, será un triste fracasado.

domingo, 14 de febrero de 2010

Soliloquio

En la negra inmensidad de un Universo mil veces transitado, la figura de un hombre de hojalata se pasea, vagamente iluminada por soles lejanos de galaxias por descubrir.
De no ser por la desesperación que le invade, admiraría el espectáculo: las supernovas, los meteoritos, las nebulosas y los mil planetas que le saludan en su periplo por las brumas del Infinito.
-¿Dónde me lleva el destino?- se pregunta-. ¿Llegarán mis ojos a ver el borde, el fin del Universo? Y si llegaran, ¿importaría? Al fin y al cabo, mi descubrimiento sería ciego a la historia. Mi mente, muerta, de nada serviría. Ni siquiera la visión del fin de todo me consolaría tras el fin de mi ser. Jamás existirá lo que estoy viendo. No más allá de las barreras de mi mente. Al fin y al cabo, estoy vagando en la nada. En aquello que está, pero nunca se desvelará.
Y entre reflexiones, su odisea continua. Su odisea sin fin, su odisea sin espectador, su odisea sin esperanza. ¿Cuánto tardará el hombre de hojalata en alcanzar la locura?¿Cuánto tardará su mente en desconectarse de una realidad que incluso ahora le resulta vacua?¿No será que le resulta así, vacía y sin sentido, porque ya ha descendido a la demencia?
Pero al final, da igual. Al final, su reflexión es inútil. Al final, no queda nada, sino polvo en la negrura. Muerte entre las estrellas. Basura en el espacio.

No voices in the sky

Entre una cámara de televisión y una patriótica bandera, se sienta tras su escritorio. Dirige al vacío palabras grandilocuentes, un gran discurso sobre héroes patrióticos que lo dan todo por su país. Que dan su vida, su voluntad y su dignidad por los ideales del lugar en el que viven.
Su pantomima, perfecta, llena de emoción a miles de borregos que ven la tele en sus casas, convencidos y orgullosos de su estúpida mediocridad, de no querer ser más de lo que ya son. De no aspirar a más de lo que les propongan sus superiores.
Y en un festival de lágrimas falsas; de alivios hipócritas a viudas y viudos que ya no son ni serán patriotas; de recuerdos a la muerte de un soldado que, de haber vivido, jamás habría sido un héroe... ahí es donde se cree que la nación está unida. La propia nación se autoconvence, y cree que por ello ningún enemigo podrá derrotarla jamás. Se creen invulnerables bajo el escudo del gobierno.
Pero la realidad es un yermo desierto. La realidad, fuera de máscaras y mentiras, es que nadie llora. Que a nadie le importa quien haya muerto. Les dan igual las bajas de su país o las del otro. Les dan igual las familias de quienes han muerto. Los huérfanos, las viudas, los padres que ya no tendrán hijos. Les da igual todo, salvo la apariencia.
La apariencia de que, al fin y al cabo, son humanos, y sienten algo. Esa apariencia, esa máscara de humanidad que no hace sino desvelar a unos robots, unas máquinas, unas herramientas de un falso patriotismo que se pasan de gobierno en gobierno como un testigo, como una panacea que solventará las revueltas.
Y pese a esa panacea, un joven, un anciano, una ama de casa o cualquier otro, siempre se alzará. Vanamente, pero se alzará.

Una vez más

Una vez más, se sentó junto al calor de la chimenea, en el suelo, desesperado por arrancarse una lágrima. Una única gota de agua salada que le librara de ese calvario que eran sus recuerdos. Una única gota que le ayudara a dejar escapar el dolor.
En su boca sonaban, quebrados, los versos de una canción, mientras sus manos cubrian sus ojos, sin siquiera saber por qué. Y el calor del fuego, que tan hogareño le resultaba otros días, hoy le abrasaba la espalda como una tanda de latigazos.
Y entre las brumas de su desesperación, que tan fervientemente embotaban sus pensamientos, una chispa de lucidez se asomó cuando vio la viga. La vio allí, en el techo, esperando.
No tuvo ni que pensarlo. No quería pensarlo. Sabía que si lo hacía, volvería a la normalidad y al dolor de su propia mente. Y así, sin vacilar, lo hizo.
No dejó nota. No dejó más que un gemido seco, cortado por la soga.
Y cuando lo encontraron colgando, nadie supo por qué. Sólo supieron que era un juguete roto. Uno entre millones.