Me veía a mi mismo pasear por una verde pradera que parecía no tener fin. Era capaz de ver mi cuerpo desde el exterior, viéndome caminar con soltura y despreocupación. No sabía qué estaba haciendo, ni por qué... ni siquiera sabía si era yo quien lo hacía; pero sabía que era yo en quien estaban centrados mis ojos.
La pradera se deslizaba bajo mis pies, tornándose casi imperceptiblemente en un oscuro matorral sin fin, y más tarde en un sombrío bosque.
Veía cómo las retorcidas sombras de la mortecina vegetación bloqueaban la luz del exterior, dando a mi figura oscuros contornos para nada fieles a la realidad; mientras el Sol desaparecía y daba paso libre a una gran luna llena. El aullido de un lobo se dejó oir entonces, infundiendo miedo en mi mente, y en mi cuerpo un rato después.
Vi cómo, presa del pánico, comenzaba a correr por el bosque desesperadamente. Los aullidos del lobo se sucedían uno tras otro sin descanso, cada vez más cercanos. Me sentía frágil y débil de nuevo, incapaz de respirar, incapaz de que aquél cuerpo aparte me obedeciera y buscara la salida de aquél lugar de muerte.
Vi cómo el lobo corría de forma grácil y veloz detrás de mí. Su sonrisa, mostrando todos y cada uno de sus colmillos, parecía refutar el hecho de que mi fin estaba ahí.
De pronto, mi cuerpo se detuvo y se encaró al lobo. Vi cómo abría los brazos, y los dejaba extendidos a sus lados.
Mi rostro, empapado de lágrimas y sangre procedente de los arañazos que me habían causado las ramas de los árboles, tenía una expresión entre triste, cansada y decidida.
Sabía por qué estaba triste: era por el final de todo a cuanto tenía apego: el aire, la lluvia sobre mi rostro, la libertad...
Sabía de qué estaba cansado: justamente de todo aquello que me negaba a abandonar, y que me había acompañado toda mi vida.
Pero, ante todo, sabía una cosa: que estaba decidido totalmente a acabar finalmente: a terminar mi vida. A, al fin, dejarme llevar.
El lobo se acercaba más a cada segundo, cuando al fin volví en mi. Vi cómo sus fauces se abrían y se cerraban en un último aullido, y luego vi cómo saltaba sobre mí.
Fui derribado, y finalmente sentí sus dientes atravesando mi carne entre el flujo de sangre que escapaba, como símbolo de mi alma, de la herida.
Con esa imagen quemando mi mente, me desperté exhausto y sudoroso.
Chapó
ResponderEliminarPD: Un hombre lobo en londres, ¿me equivoco?
Podría ser en muchos sitios, y además está dormido...
ResponderEliminar¿Quizá un crossover? El doctor Jekyll vs el hombre lobo vs Drácula vs Mr. Hyde.
Hubo tiempos en los que las criaturas salían como moscas de la imaginación humana. Ahora nos limitamos a repetirlas y cambiar matices.
¿Me crees incapaz de hacer algo nuevo?