Sentía el sol en su piel, el agua en sus manos y la arena en sus pies. Todo lo que rodeaba a la muchacha era paz. Agradable y placentera paz. Y aunque toda paz es apetecible, aquella era especial. Era como la calma que precede a la tempestad, pues todos sabían lo que se avecinaba.
El mundo lo sabía.
Todos esperaban aquello, y sabían que llegaría pronto. La brisa marina agitó los cabellos es la feliz joven, que se levantó y miró al horizonte, mientras el sol se ponía tras las olas, tras el ya oscuro mar que le protegía.
No se sobresaltó cuando los cazas salieron zumbando desde donde desaparecía el astro rey. Al contrario, caminó tranquilamente por la arena, sin siquiera mirarlos. Escuchó las balas, los gritos, las explosiones y el fuego. El fuego que subía cada vez más alto hacia la negrura de la noche.
La última noche de paz.
"La literatura no puede reflejar todo lo negro de la vida. La razón principal es que la literatura escoge y la vida no" - Pío Baroja
El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.
domingo, 14 de junio de 2009
martes, 9 de junio de 2009
Nos dan la bienvenida - Fin
Corrí por los pasillos, asestando puñaladas aquí y allá, y dejando que la naturaleza hiciera el resto. Los alumnos, desconcertados, corrían de lado a lado, pisándose unos a otros. Los profesores, en cambio, pretendían parecer seguros, pero su gesto les delataba horriblemente. Se veía en ellos un terror enorme a la insubordinación de sus pequeñas marionetas. Eran como títeres sin hilo.
Me lancé sobre uno de ellos, que dejó soltar un gemido ahogado antes de que le dejara sin aire de un golpe. Vi cómo me miraba, con un indescriptible terror y una incomprensión enorme en sus ojos, como si no entendiera qué había hecho. Me daba igual que no se diera cuenta. Una puñalada, y tendríamos que preocuparnos de un estúpido menos.
Alcé el cuchillo, pero algo me detuvo.
Era él.
El niño bueno.
Mi otra parte.
Estaba ahí.
Volví pronto a la normalidad. Poco a poco volvieron los colores, las formas y los gritos. Los hermosos gritos. Intenté asestar el golpe, pero algo me retenía.
Un tipo grande y fuerte me sujetaba, semidesesperado, con sus dos brazos. Intenté atacarle con la otra mano, pero otro tipo me estaba sujetando por el otro lado. Pataleé locamente, y logré acertar al profesor sobre el que estaba sentado, que se quedó tirado en el suelo mientras me arrastraban.
Me llevaron, con los pies rozando el suelo, a través del pasillo, mientras veía todo lo que me rodeaba. Muerte, muerte, muerte y más muerte. Me di cuenta de que lo veía monótono. Ya no me excitaba.
Me sacaron del instituto, y me metieron en un furgón.
Y me llevaron a donde creían que debía estar.
Y jamás volví a ser el niño bueno.
Me lancé sobre uno de ellos, que dejó soltar un gemido ahogado antes de que le dejara sin aire de un golpe. Vi cómo me miraba, con un indescriptible terror y una incomprensión enorme en sus ojos, como si no entendiera qué había hecho. Me daba igual que no se diera cuenta. Una puñalada, y tendríamos que preocuparnos de un estúpido menos.
Alcé el cuchillo, pero algo me detuvo.
Era él.
El niño bueno.
Mi otra parte.
Estaba ahí.
Volví pronto a la normalidad. Poco a poco volvieron los colores, las formas y los gritos. Los hermosos gritos. Intenté asestar el golpe, pero algo me retenía.
Un tipo grande y fuerte me sujetaba, semidesesperado, con sus dos brazos. Intenté atacarle con la otra mano, pero otro tipo me estaba sujetando por el otro lado. Pataleé locamente, y logré acertar al profesor sobre el que estaba sentado, que se quedó tirado en el suelo mientras me arrastraban.
Me llevaron, con los pies rozando el suelo, a través del pasillo, mientras veía todo lo que me rodeaba. Muerte, muerte, muerte y más muerte. Me di cuenta de que lo veía monótono. Ya no me excitaba.
Me sacaron del instituto, y me metieron en un furgón.
Y me llevaron a donde creían que debía estar.
Y jamás volví a ser el niño bueno.
martes, 2 de junio de 2009
Musa
Apareció como aparece la primavera: rodeada de hermosas melodías y atractivos colores. Adornada por increíbles imágenes y envuelta en un halo de serenidad.
Se ofreció a los ojos de un pobre iluso que se creía artista, y le enseñó (por piedad, principalmente) lo que es la belleza. Le demostró que había algo más que cuartetos, pareados y formas definidas. Que había algo más que novelas, canciones y cuadros. Había algo más, y se llamaba naturaleza.
"Sal de tu estudio", le dijo. "Sal y pinta lo que la naturaleza te ofrece. No pintes lo que ves, ni lo que imaginas, sino lo que hueles, lo que oyes y lo que tocas."
El pobre diablo, cerrado hasta más no poder, apenas comprendía las palabras de la musa que se le acababa de aparecer. No entendía lo que le estaba mostrando ella, y la miró incrédulo y con la mandíbula floja.
Pero el poder de la musa no acaba en su belleza ni en su melodiosa voz, no. La musa acompañó al supuesto artista fuera de su estudio, y lo llevó al bosque. Allí, bajo la sombra de los árboles, se tumbaron juntos durante horas. Ella expectante; y él sin acabar de comprender, pero sobrecogido por lo que le rodeaba.
Horas y horas, días y días transcurrieron, hasta que los ojos del artista finalmente se abrieron. La musa lo supo entonces, y se fue, dejando florecer la semilla que había plantado en aquél simple hombre.
Desde entonces, el pobre diablo que llevaba años vendiendo sus obras por sumas millonarias se hizo artista.
Pasaron los años, y sus obras cada vez eran más hermosas. Cada vez eran más dignas de lo que representaban.
Cuando el hombre murió, finalmente, en su humilde casita colgada en una abrumadora montaña. sus últimas palabras quedaron escritas sobre el papel, quizá con la esperanza de que alguien las encontrara algún día. Sólo eran dos palabras, pero lo decían todo. Lo decían todo para él, al menos.
"Gracias, Nanah"
Se ofreció a los ojos de un pobre iluso que se creía artista, y le enseñó (por piedad, principalmente) lo que es la belleza. Le demostró que había algo más que cuartetos, pareados y formas definidas. Que había algo más que novelas, canciones y cuadros. Había algo más, y se llamaba naturaleza.
"Sal de tu estudio", le dijo. "Sal y pinta lo que la naturaleza te ofrece. No pintes lo que ves, ni lo que imaginas, sino lo que hueles, lo que oyes y lo que tocas."
El pobre diablo, cerrado hasta más no poder, apenas comprendía las palabras de la musa que se le acababa de aparecer. No entendía lo que le estaba mostrando ella, y la miró incrédulo y con la mandíbula floja.
Pero el poder de la musa no acaba en su belleza ni en su melodiosa voz, no. La musa acompañó al supuesto artista fuera de su estudio, y lo llevó al bosque. Allí, bajo la sombra de los árboles, se tumbaron juntos durante horas. Ella expectante; y él sin acabar de comprender, pero sobrecogido por lo que le rodeaba.
Horas y horas, días y días transcurrieron, hasta que los ojos del artista finalmente se abrieron. La musa lo supo entonces, y se fue, dejando florecer la semilla que había plantado en aquél simple hombre.
Desde entonces, el pobre diablo que llevaba años vendiendo sus obras por sumas millonarias se hizo artista.
Pasaron los años, y sus obras cada vez eran más hermosas. Cada vez eran más dignas de lo que representaban.
Cuando el hombre murió, finalmente, en su humilde casita colgada en una abrumadora montaña. sus últimas palabras quedaron escritas sobre el papel, quizá con la esperanza de que alguien las encontrara algún día. Sólo eran dos palabras, pero lo decían todo. Lo decían todo para él, al menos.
"Gracias, Nanah"
Mierda
Hace tiempo, un día que fui al baño, los años de pensamientos profundos se me antojaron inútiles y estúpidos.
Llevaba yo mucho tiempo pensando en el sentido de la vida, en lo que era y en el por qué de ella, cuando lo vi. Era el excremento más grande y más marrón que la humanidad había concebido. Era, en definitiva, algo casi fuera de toda descripción.
Rodeado de moscas y mal olor, se bañaba aquél deshecho en la estancada agua del "aliviadero", inundando con su penetrante hedor toda la estancia y provocando arcadas a todo el que osara mirarla.
No pude detenerme mucho tiempo a admirarla, pero, justo antes de tirar de la cadena, supe que había hallado la respuesta (al menos mi respuesta), a la gran pregunta:
¿Qué es la vida?
Llevaba yo mucho tiempo pensando en el sentido de la vida, en lo que era y en el por qué de ella, cuando lo vi. Era el excremento más grande y más marrón que la humanidad había concebido. Era, en definitiva, algo casi fuera de toda descripción.
Rodeado de moscas y mal olor, se bañaba aquél deshecho en la estancada agua del "aliviadero", inundando con su penetrante hedor toda la estancia y provocando arcadas a todo el que osara mirarla.
No pude detenerme mucho tiempo a admirarla, pero, justo antes de tirar de la cadena, supe que había hallado la respuesta (al menos mi respuesta), a la gran pregunta:
¿Qué es la vida?
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