Respira. Y que sea hondo, por favor. Esta vez, que el aire llene tus pulmones, insuflando vida y muerte en tu pecho.
Y dime, ¿en qué estabas pensando? ¿No lo recuerdas? No importa entonces, ¿verdad que no? Porque, al fin y al cabo, de tantas cosas que olvidamos... Digamos que son cosa del pasado, y que si alguna vez existieron, la cosa no es ya si tenían importancia o no, ni qué eran en concreto. La cosa es que ya no están, y puede, solamente puede, que vuelvan si tenían alguna importancia.
¿Qué sería de aquel castillo que imaginabas, con sus ventanas y estandartes, si no tuvieses que reconstruirlo cada vez que invocas su recuerdo?
Las paredes que crecen entre la hierba, y se alzan pétreas e infinitas bajo la luz de un sol que no existe.
Rompen la línea ondulante de las verdes praderas, recortándose altivas en el horizonte. Ondean en lo alto las banderas, y brillan las ventanas en destellos imaginarios.
Fuegos fatuos que habitan sus pasillos, rompiendo el silencio en ecos de ultratumba, memorias salidas de la nada para poblar pabellones y de piedra inexistente.
Es aquí donde guardas tus memorias, y las pierdes y buscas y rebuscas. Si ya no están aquí, carece de sentido aventurarse más allá de las puertas.