El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Misericordia

Era un superviviente. Como tal, no se sorprendió de ver la fortaleza de los salteadores. Habían levantado barricadas y edificios sencillos, montaban guardia en los alrededores y protegían en aquel lugar los frutos de una vida, a todas luces, inmoral. Él sabía, por supuesto, que eran supervivientes a su manera. Supervivientes que caminaban sobre una alfombra de polvo de huesos.
Se aproximó con cuidado. Era posible que allí hubiese comida. Agua. Quizá incluso unos zapatos nuevos, algo con lo que reemplazar las tiras de cuero roto que apenas protegían sus pies de las inclemencias del camino. Agazapado contra la barricada, podía escuchar las voces de los guardias. No sabía cuántos eran. No sabía cómo estaban armados. Tenía cuatro balas y esperaba no tener que usarlas. Con paso cuidadoso, afinó el oído cuanto pudo para escuchar a medida que avanzaba.
"Aún tengo pesadillas sobre lo de ayer. No nos habían hecho nada. Ni nos habían atacado. Simplemente acabamos con ellos."
"Nosotros también tenemos familias que alimentar."
"¿Es necesario hacerlo así?"
"Hay que hacerlo de alguna manera, ¿no?"
"Supongo. No creo que los demás se lo planteen tanto. ¿Viste lo que le hicieron a aquella pobre chica en el páramo?"
"Al menos tuvieron la decencia de meterle una bala en el cráneo..."
"¿Decencia?"
"¿Habría sido decente dejar que viviera con lo que se vio forzada a hacer? Solo pensarlo me da ganas de vomitar..."
El superviviente compartía la visión del guardia. Aguantó las náuseas como pudo y avanzó. Al tropezar se detuvo. Estaba seguro de haber hecho ruido. De haber alertado a alguien. Su corazón golpeaba desesperado contra el pecho mientras sacaba la pistola lentamente. Sin embargo, arriba solo había otra conversación.
"¿Cómo hemos llegado a esto?"
"Fueron ellos, los otros... los que nos quitaron todo y nos dejaron aquí tirados. Para cuando acabaron, no teníamos otra forma de alimentarnos."
"Así visto, es un milagro que sigamos vivos..."
"Vivos, pero... ¿a qué precio?"
"¿Qué quieres decir?"
"La mitad de los nuestros no puede dormir por las noches. Apenas comemos, y casi nadie tiene el valor ya de mirar a sus hijos a la cara."
"Prefiero esto que ver cómo Aiden muere de hambre."
"Nadie quiere enterrar a su hijo... sigo siendo incapaz de olvidar el funeral de Sarah."
"Hiciste todo lo posible."
El superviviente avanzó hasta una apertura en la barricada. Asomándose con cuidado, evaluó si avanzar. Todo parecía despejado, los guardias estaban en otra parte... sin embargo, entrar ahí era una muerte casi segura. Los salteadores tenían la fama de ser territoriales y violentos. Había que serlo para sobrevivir en aquellos tiempos. Sin embargo, avanzó. Necesitaba comida.
Al otro lado de la apertura, se encontró con un niño. Le apuntó con la pistola, temblando. El niño gritó, y las últimas voces que el superviviente pudo oír dijeron: 
"¡Están atacando a Aiden!"
El fuego del arma ahogó lo demás. El niño cayó al suelo, y el superviviente también. Los golpes de las tuberías de plomo deshacían sus huesos poco a poco, y él solamente pudo pensar:
"Misericordia"