¿A dónde puedes huir? ¿A dónde puedes dejar escapar tu mente? Nada te permite escapar de la realidad.
Das una calada y dejas el humo flotar desde tu boca hasta el techo. Observas las paredes de tu prisión de oro, tumbado en una cama deshecha, deshecha también tu esperanza, y dejando fluir las lágrimas hasta Dios sabe dónde. Dejando que la vida te exprima poco a poco y sintiendo cómo la fuerza escapa de tus músculos.
Das otra calada y sonríes con locura a cuanto te rodea. Has elegido tu prisión. Has seleccionado cuidadosamente a tus carceleros. Has sabido decidir quién te da de comer, y cuánto puedes conseguir.
Todo para seguir sintiéndote atrapado. Para sentirte muerto y frío.
Vivir sólo para morir.