Cierro los ojos para bañar mi mundo en oscuridad. Los colores se desvanecen, el ruido se va y por un momento sólo respiro paz. El sabor en mi boca, aun ausente, se torna dulce. Mi cuerpo ya no toca, ya no se esfuerza, sino que flota.
Todo esto sólo dura un instante. Aunque ese instante es hermoso, pronto se desvanece. Se difumina la felicidad y vienen las amargas lágrimas que, esquivas, corren entre mis párpados. Una luz parpadea, tímida pero curiosa, asomándose en los límites de mi visión ausente. ¿Crece, o se acerca? Igual da, ahora es más grande. Es un Sol, una estrella, un hermoso astro rey que lo inunda todo con su luz. Ya no siento la paz de antes. Es luz me deslumbra, y tiemblo desorientado. La negrura ahora es blancura.
Una mancha en la nívea luz me cautiva. Una forma negra camina con pies etéreos hacia conde estoy, pero, ¿dónde estoy? ¿Es esto real?
"¿Es esto real?"
Mi eco grita y juguetea, me rodea y me eleva sobre sus hombros sonoros. La figura se mueve.
"Esto es real. Real en la mente de quien lo imagina"
Antes había paz. Ahora, ¿qué?
Ahora oigo una gota caer. Mi amigo oscuro entre la luz se va, junto con la estrella titilante, y empieza a caer agua. Una cascada hacia el mar. Un vaso de agua en un océano infinito. ¿Dónde estoy? Respiro, o no respiro, agitada mi mente y el cuerpo que ocupo en ella. Quiero volver a mi amigo sin forma.
Y allí está: capitán de un velero de papel en un mar sin viento, navegando por mi memoria. ¿Me busca a mí, un náufrago en los mares de su propia mente? No sé si me busca, pero el barco de papel se acerca. Es papel seco en un enorme mar. Su tripulante sin forma me pide que suba, sin palabras, y subo. Por dentro, el barco es de madera y metal, todo hecho con papel. Con un papel recio que no se moja ni se rompe. Y flota en un mar que existe y no existe. Existe, porque está ahí, y no existe porque es sólo para mí.
Y llegamos a la costa.
Me despido de mi amigo etéreo, oscuro en un mar y un cielo de luz. La arena evoca recuerdos de un amor doloroso, un "no" rotundo y una vuelta a la soledad. Mis pies moran en ella. Me siento.
Y, cuando la brisa del mar de mis recuerdos flota entre mis cabellos, todo vuelve a difuminarse. A viajar a la oscuridad para no volver. La paz, de nuevo. Paz e inexistencia.
Suena el despertador. Hora de volver al mundo real.