Es iluso el que despierta día tras día. Y que día tras día piensa que no es su día. Piensa que no es su semana, ni su mes, ni su año. Ni tan siquiera su vida. Es iluso por lo que piensa y lo que siente. Por creer que piensa y siente. Porque se siente extraño en casa de huraños. Por pensar que debe seguir adelante, aunque no hay camino, caminante. Seguir porque su esperanza es que algún día todo será mejor. Que se llevará su merecida recompensa. Iluso es por engañarse, porque cree que amanecerá en un día color de rosa.
Pero está donde está, y eso no cambia. En una sociedad que pide más de lo que da. Te toma, te aprisiona y te suprime. Te convierte en una pieza producida en masa en una fría fábrica. Y el iluso espera riqueza, amparado en la escasez. Dará igual que sufra por ello, su sueño dorado no vendrá. Porque el trabajador siempre es trabajador, el mendigo mendigo, y el rico no quiere bajar de su bonito trono. Están bien donde están, creyéndote un haragán.
Así, camina cabizbajo entre ánimos rotos. Camina en la corriente que nadie remonta. Sigue la rutina que nadie confronta. Los coches rugen con rabia en junglas de cemento y metal, hormigón y cristal. Esas caras que le marcan y señalan, hacen su rutina como un Gran Hermano en la pantalla, le dicen que no da la talla. Como dijera Jim Morrison "caras severas que me miran en la televisión". Pero no se le ocurra al iluso morir, porque si lo hace, además de iluso, e iluso muerto, será un triste fracasado.