Cuando se avecina la
tormenta, corremos carretera abajo. El aire se carga con
electricidad, como una amenaza del mal que está por venir, mientras
vemos pasar a través de nuestras ventanillas los pocos arbustos que
pueblan el desierto, la arena que baila en el viento.
A
menudo nos despertamos al alba. A veces, con suerte, Él nos deja
dormir un poco más, solo unos minutos, para que creamos que es
bondadoso. A mí y a los otros niños, nos llama sheriffs. A los
trabajadores, los llama civiles. Caminamos juntos, ellos rodeados por
nosotros, y Él nos dice que lo que hacemos es bueno. Que nuestro
trabajo es mantener el orden. Los trabajadores trabajan, nosotros nos
aseguramos de que lo hagan.
La
mayoría de los niños ya tienen los ojos medio ciegos, las orejas
despellejadas... ya sabe, por la sal y la sequedad. Al sol del
mediodía, vigilan los trabajos, yendo y viniendo con sus armas. Yo
existo al margen, más allá, vigilando la carretera a la espera de
que vengan los salteadores. Los comerciantes. Los caravaneros. Cuando
llegan, les vendemos a trabajadores. Les damos carne viva que se
llevan lejos, muy lejos, y los olvidamos. Eran importantes hasta que
dejaron de serlo.
A la
noche, los niños y yo nos sentamos a cenar. Una vez cada semana, Él
nos dice que sobran dos. Que somos demasiadas bocas que alimentar,
que moriremos de hambre. Elegimos a dos al azar y les obligamos a
comerse el uno al otro. Vemos cómo lo hacen, cómo se despiezan y
despellejan, y a través de ojos medio ciegos gritamos con
salvajismo, animando a nuestro favorito para que muera el último.
Todo
comienza de nuevo a la mañana siguiente, y no sabemos cómo, siempre
hay gente nueva. Nuevos trabajadores que ocupan el lugar de los que
hemos vendido a los caravaneros. Nuevos niños que hacen de sheriffs.
Algún día, cuando yo ya esté ciego como ellos, habrá un nuevo
vigía. Uno más que avisará cuando lleguen los salteadores. Uno más
que animará a uno de los niños. Y que gritará mientras yo intento
comerme a mi rival.
Nuestro objetivo es
sobrevivir. Caminamos por la carretera en busca de nuevas vetas de
sal. Más bocas que alimentar, más armas que apuntar a los
trabajadores. Ellos trabajan, nosotros vigilamos, y Él lo controla
todo desde su trono. Él nos mantiene en orden, Él nos protege de la
tormenta.
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