El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

miércoles, 15 de marzo de 2017

La tarima

Entre las posibilidades de la enseñanza encontramos grandes mentes y pobres neuronas. Ambos se pueden encontrar tanto en la tarima como entre el público, y, tristemente, son las segundas las que más llaman la atención.
El público o alumnado, masa informe y anónima, funciona por estadística. Por este engranaje, la mera cantidad de cráneos vacíos derrumba la visión de las supuestas mentes brillantes de nuestra generación. Aquellos que pueblan las tarimas, sin embargo, son otro cantar. La autoridad de que gozan a través de un mazo numerado del cero al diez se traduce en una prepotencia que inclina a tomar como verdad absoluta la pura creencia. Esto se palia en algunos casos con las virtudes de la humildad y el respeto. Humildad que, al contrario de lo habitual, desaparece con la edad. Respeto que, si bien es exigido al joven, desaparece en el anciano.
A menudo, y dependiendo siempre de la persona, el profesor actúa como un titiritero que disfruta de jugar con su público como si de un pueblo de marionetas se tratase. Dictatorial e irrespetuoso; interrumpe, ríe y critica sin argumento, aprovechando la autoridad del mazo y la sumisión de su público; necesitado como está de medrar en el mundo adulto.
Es esta medra, este asentamiento, el que da una ventaja inequívoca al necio estudiado. Es el haber terminado de leer todo lo legible y algo más, el considerar que lo que él sabe vale más que lo que cualquier otro pueda saber. Es esta falsa sensación de superioridad por unas normas arbitrarias la que dota de mayor peligrosidad a la falta de juicio y razonamiento del hombre de la tarima. Es la falta de debate, el rebaño sobre el que vomita a sabiendas de que no habrá ninguna respuesta, ninguna apreciación. Y, si la hay, no dudará en cortarla con una sonrisa, sabedor él de que no importa lo que pregunte, ni la respuesta. Solo importa lo que quiera pregonar desde la tarima.

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