Tiene un hermoso y largo cabello negro como el azabache. Debajo de él, su rostro blanco e impoluto me observa con unos ojos marrones, expresivos y abiertos, con una inocencia increíble.
Su sonrisa alegre me devuelve a la vida y me mata cada vez que me la dedica. Sus palabras me dan más fuerza y me empujan a la debilidad cuando las oigo. Siento un nerviosismo incontenible y una tranquilidad excesiva cuando me toca. Su olor emborrona mis sentidos, al tiempo que me permite percibirlo todo nítidamente, más que nunca.
Adoro cómo se mueve, de qué manera me sonríe al verme a lo lejos, cómo camina y cómo se sienta, cómo se levanta, cómo intenta recoger sus cosas de donde las ha dejado y se encuentra con ellas en mi mano, cómo me mira agradecida y me dedica su sonrisa de nuevo cada vez que la ayudo, cómo ríe, cómo llora, cómo se enfada...
Adoro todo lo que la rodea, y todo lo que hay dentro de ella, todo lo que es ella, y todo lo que la hace ser ella. La adoro a ella, y a nadie más.
Adoro pensar que cada día va a estar allí, para hablar con ella y permitirme oír su voz una vez más.
Odio pensar que debo dejarla, separarme de ella... odio pensar que algún día morirá, odio pensar que no me quiere... y aún odio más saber a ciencia cierta que quiere a otro... de cualquier forma, no consigo verlo como un impedimento para profesarle a ella, y sólo a ella, todo mi amor.
'¿Es una droga?'
No. Es algo peor... estoy enamorado.
'¿Quién es ella?'
No lo sé... o no quiero saberlo.
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