Oí el sonido del que me advirtió Gabriel, que no eran sino pasos en la escalera. Allí estaba ella. Tan aparentemente pura como el primer día, tan perfecta, tan blanca, tan pulcra y hermosa como nadie y, a la vez, como el mundo entero.
Mi rabia se dejó ver entonces, empujándome hacia ella. Al carecer de razón alguna para tranquilizarme y quedarme quieto, hubo de ser Gabriel quien me sujetó. Ella reía, divertida por el espectáculo de un hombre que se debatía por matarla, y todo siguió así hasta que noté los cambios. Mis brazos se hinchaban, y mi respiración se hacía más profunda. Mis sentidos se dilataron de forma extraña, haciéndome ver de manera borrosa, pero permitiéndome oírlo y olerlo todo con extraña y desconcertante nitidez. Gabriel me soltó, estupefacto, y ella debió de ver algo en mis ojos que la hizo dejar de reírse, pues, cuando me acerqué, ella había retrocedido y me enseñaba los dientes, extrañamente afilados.
-¿Qué me pasa?-murmuré para mis adentros, desconcertado.
Ella vio su oportunidad y atacó, con la fuerza de varios hombres. Me alzó sobre sí misma y me lanzó a través de una ventana. Rodé por las frías y oscuras calles de lo que parecía un pueblo del extrarradio londinense. Al verla saltar sobre mí, rodé a un lado para esquivarla, aterrizando ella en el suelo.
-Stephan, perdóname-decía ella con un gesto lejos de pretender mi perdón.
Ni siquiera recordaba llamarme así en esos momentos: sólo sabía que debía matarla, por lo que abrí la boca y me lancé gritando contra ella. Mis manos aferraron su cuello y, si bien pegar a una mujer no es caballeroso, ella se lo merecía... o al menos eso es lo que yo pensaba.
Una ardua pelea sin palabras continuó a eso. Pude oír la voz de Gabriel desde todos los lugares, diciéndome por dónde venían los ataques, a dónde debía golpear... y todo ésto continuó hasta que los dos, ensangrentados y heridos de muerte, caímos, tiñendo las nieves del Invierno.
Fue entonces cuando atisbé en su rostro la humanidad y bondad que en su día viera, y cuando éstas palabras me resultaron sinceras:
-Perdóname, Stephan...
Vi cómo ella moría, cómo su vida se encharcaba en el suelo, y cómo ésta vez sus ojos sí que estaban tristes por todo lo que me había hecho.
Me retorcí para abrazarla y atraerla hacia mí, y la besé.
-Te perdono, Sophie...-dije yo.
Vino a mi mente los momentos que pasé en la celda. La misteriosa Stephanie, que me salvó de la locura, mis vagabundeos por las calles de Londres, Gabriel... como si ella pudiera leer mi mente, me miró comprensiva, antes de hablarme:
-Puedo explicártelo todo. Supe desde siempre que eras un licántropo. Naciste así, y no había nada que hacer. Yo siempre he tenido grandes contactos, e intenté evitar que acabaras contigo mismo. Si hubieras caído antes en la locura, ahora mismo te habrían sacrificado. Tienes que entenderme: te encerré en aquella celda con Stephanie, pues era la única que había dominado esa enfermedad. Ella también era como tú, y le pedí que te protegiera de ti mismo... luego, al ver cómo enloquecías desmayado en las calles, te traje a mi casa, y pedí que te curaran, pero fue tarde...
-¿Por qué me hiciste todo eso en el pasado?
-Soy una vampiresa. En aquellos días era una recién convertida, y mi sed de poder no tenía límites. Fue mi maestro quien me hizo volver a la buena senda. La leyenda de los hombres lobo y los vampiros no es más que eso: nosotros tratamos de controlaros.
Todo aquello parecía salido de una imaginación desbocada. Apenas me entendía a mí mismo, mientras noté como ella moría entre mis brazos. Sus gráciles formas se deslizaron hasta caer separadas de mí, que ya no podía moverme.
-Espera... ¿qué ha sido de Gabriel?-pregunté débilmente.
-¿Qué... qué Gabriel?-dijo ella.
Gabriel, como al fin comprendí, también era producto de mi demencia. Aquello hizo que la realidad me golpeara fuerte: jamás había tenido un verdadero amigo. Aislarme hizo que los demás se aislaran de mí, y ahora lo lamentaba. La nieve me parecía ahora más fría, mientras las últimas gotas de sangre se deslizaban desde mis heridas.
Mientras caía hacia la eternidad, una figura borrosa caminaba hacia mí. Debía de ser la Parca...
Fue su ex-mujer la que hizo todo eso para aislarle, ¿lo hizo por amor?
ResponderEliminarNi yo lo sé... es posible que en un final lo hiciera por arrepentimiento, pero estoy seguro de que, si pretendía evitar aislarle de la locura, lo peor que hizo fue hacerle acabar con sus padres (lo cual se dice un cacho más atrás)
ResponderEliminarEs posible que después, al darse cuenta de lo que le pasaba al protagonista, pretendiera arreglarlo juntándole con la única de su especie que había logrado vivir en sociedad, a fin de que le enseñara a controlar su demencia (como ya se vio y se explica) y que, al fracasar ésto, optara por cuidar de él en su casa.
Finalmente, al ver que era irreversible, trató de acabar con él porque era una amenaza, pero al haberse encariñado, le fue difícil, y murieron los dos a consecuencia del combate.
Realmente, el protagonista sobrevivió, y se explica en el cierre o epílogo qué es lo que pasó con él al final.