El dolor es la liberación de una mente atada a la realidad. Sólo a través del dolor podemos encontrar el camino a la nada, al punto cero. A olvidar todo lo que nos ata. Y volver a empezar.

miércoles, 29 de julio de 2009

Labios que besan y ríen

Labios que susurraban mi nombre, entrelazado entre los versos de un atrayente poema. Labios rojos y frescos, como los pétalos de una rosa, que parecían hacerme trizas con cada palabra. Labios suaves, que dejaban salir una voz cálida, pero con un tono que hundía mi ego.
Labios que dejaron de hablar y se torcieron en una sonrisa que me pareció afable.
Labios que se acercaron y besaron lo poco que quedaba de mí.


Ríete, sí... dame el placer de oir tu burla sin palabras. Tu insulto sin sílabas.
Déjame que me bañe en esa risa, que recuerde cada ápice de ella para odiarla más que nunca. Déjame tener pesadillas con ese sonido, con ese gesto.
Ríete y vuelve a reírte, que quiero imaginar cómo explota ese pecho que sube y baja frenéticamente. Quiero imaginar que mientras te ríes, mil cosas horribles te pasan para acabar con ese ruido. Quiero imaginar que te atropellan, que te queman, que te aplastan, que te despellejan y te descuartizan.
Ríete, sí... ríete...
Aprovecha lo que te queda.

viernes, 10 de julio de 2009

El Reducto - Capítulo 1

Humo, frío y una copa de coñac sobre el escritorio.
Era exactamente igual que todas mis noches de soledad. Suponía que pronto caería dormido, finalmente vencido por el sopor de la embriaguez, y despertaría al día siguiente con los huesos molidos.
Pero aquél día era distinto. Pasaban las horas, y el sueño no conseguía derrotar a mis párpados.
Amaneció incluso, y los pájaros empezaron a cantar.
Ni siquiera había cerrado los ojos, más que para parpadear. Era horrible. Ni siquiera me podía mover, pues seguía absorto mirando a la nada.
Pronto todo empezó a cambiar. Los colores se mezclaron y se fundieron en un negro espeso y opresivo. Los olores, sonidos y demás entes desaparecieron por completo, y pronto quedé solo en la oscuridad, sintiéndome indefenso y abandonado como un niño perdido en un centro comercial.
El humo ya no estaba, y mi copa de coñac se había ido a un lugar muy lejano. El regusto de mi último trago seguía aún en mi boca, escapándose muy despacio por el hueco de mi garganta.
Un objeto blanco, cuya forma no pude determinar, pasó ante mis ojos como una centella. Volvió a pasar unas cuantas veces, mientras yo lo en vano buscaba entre la negrura. Parecía algo a lo que, en aquéllas circunstancias, me hubiese agarrado sin vacilar.
Intenté moverme de lugar, pero parecía no avanzar. La oscuridad era tan súmamente uniforme que no notaba mis propios movimientos, ni sabía a dónde miraba.
La forma blanca se detuvo ante mí, y al fin logré identificarla como un pájaro. Parecía un águila, pero era totalmente albina, incluido el pico y las garras.
Me miraba, curiosa.
-¿Te has perdido?-me dijo, supongo que al ver mi expresión de desconcierto.
Sentí que me caía al suelo, pero al no haber suelo no sucedió nada. Sólo mi mueca de susto se mantenía ante el extraño ser.
-¿Estás bien?-repitió.
La negrura se iba disipando, y miles de tonos verdes se asomaban a mis ojos, mientras el águila me miraba con expresión de desconcierto y la cabeza torcida. Lo miré todo, aterrado. Apenas hacía una hora que estaba en mi despacho, terriblemente deprimido, y de pronto...
De pronto, me sentía como en casa.